El Virulazo, monumento al tango

¿Saben que hay un monumento a El Virulazo en Puerto madero? Aclaremos que El Virulazo fue un gran bailarín de tango que recorrió el mundo bailando. El monumento está mirando al río cerca del barrio donde se originó la milonga, el tango en los conventillos.A pocos pasos se encuentra Caminito, tan querida por porteños y visitantes.

Sobre un pedestal de cemento de casi dos metros, descansa soberbia figura de hierro pesa cerca de dos toneladas y mide tres metros y medio, pero tiene en su forma una ligereza que recuerda el movimiento de las piernas tangueras, la melodía nostálgica de esa danza La obra es un homenaje al bandoneón por eso su forma abanicada, Está desde 2007rinde un homenaje en silencio al tango.

Vecinos y turistas pueden visitarlo en Azucena Villaflor y Calabria, en Puerto Madero El bandoneón inventado por un alemán, Heinrich Band. es el instrumento fundamental del tango y los mismos porteños en una votación seleccionaron a El Virulazo como la figura final que creían más representativa. Jorge Martín Orcaizaguirre, su verdadero nombre, nació en 1926 en Haedo, pero a los 18 años, un inmigrante italiano lo bautizó con el apodo El Virulazo" al verlo realizar un movimiento cuando jugaba a las bochas por dinero y un espectador le recomendaba realizar un "virulazo", como sinónimo de "bochazo". Criado por sus abuelos en La Tablada,un trabajador del ferrocarril,El Virulazo trabajó desde niño haciendo todo: vendía cosas en la calle, lustró zapatos, vendió sandwiches de chorizo, trabajó de peón de matadero, También bailó el tango desde muy chico, en los bares de La Matanza, cerca de su trabajo en Mataderos, y en donde podía.

Un día, el poeta Celedonio Flores lo vio bailar y desde ahí, sus pasos tangueros visitaron los cabarets más importantes de la época: el Chantecler, La Armonía, el Tabarís, hasta que un día, llegó a Broadway. 

El tango lo llevó a reencontrarse con su primera novia, Elvira Santamaría, con quien formaría pareja de vida y de baile hasta el resto de su vida. Alguna vez, Claudio Segovia los describió diciendo: "La ferocidad con que se entregaba, la unión de belleza y fuerza que lograba con Elvira, quedó en la mente de todos lo que lo hayan visto".El Virulazo se movía al compás del ritmo y el bandoneón, pero al igual que la escultura que lleva su nombre, no era ligero: llegó a pesar 126 kilos, pero sus movimientos impresionaron a Segovia, quien al verlo bailar no pudo entender como semejante hombre pareciera flotar.

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