121° Varela Varelita

En Palermo está el origen de la ciudad decía Borges en Fundación mítica de Buenos Aires. Tiempos aquellos donde por Guatemala o Serrano caminaban guapos de cuchillo en faja No había tiendas de diseño sino casas con terrenos arbolados y hasta pastizales que escondían forajidos. Se dice que fue Jorge Luis quien lo bautizó como Viejo, al regresar de su primer viaje familiar por Europa. Hoy, se asombraría ante las denominaciones de Soho, Queen, Sensible, Queer, y tantas otros. Pero, en una esquina de Scalabrini Ortíz y Paraguay, algo de aquel espíritu borgeano aún persiste. El refugio se llama Varela Varelita, la orquesta de ritmos caribeños de los 40. Tras las persianas coloradas, las vidrieras con las inscripciones de época, y las puertas vaiven de madera, parece enfrentarse al sinsentido de la vorágine de la gran urbe. A comienzos de siglo este solar era conocido como G.D.A., Grandes Despensas Argentinas. Era un almacén con despacho de bebidas, muy típico de la época. Recién en los 50 aparecen los primeros registros sobre el bar, Habitués que colman el local embadurnado en sus paredes con posters de películas que los propios directores ofrendan para emperifollar las paredes. Muchos de esos cineastas, casi todos, no solo disfrutan de los cafés o tragos de Varela Varelita, sino que también utilizan sus mesas para escribir buena parte de sus guiones o como un acogedor salón de lectura.Tratan de conservar todo tal cual. A lo largo de los años, el local sólo sufrió pequeños cambios : antes existía el salón familiar y el piso era de baldosas negras y blancas tradicionales. Por razones de uso, ahora es de cerámica. Varela Varelita está abierto prácticamente las 24 horas y sus persianas de metal, a tracción humana, no se bajan hasta que se va el último cliente, Lo visitan muchos escritores y cineastas. Algunos a trabajar y otros a distenderse con cerveza o fernet. El mundo de la política tampoco está ausente. Varela Varelita encierra varios secretos que lo convierten en único. Y que ofrece otro anzuelo del cafetín. Acá el cortado no se sirve así nomás. En su espuma, una mini y auténtica obra de arte, decora cada taza. El famoso café con dibujo es todo un sello distintivo del lugar: se colorea la espuma de leche y se dibuja sobre el café. Todos piden que le sirvan el cortado así. A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires. La juzgo tan eterna como el agua y el aire, dijo Jorge Luis Borges seguramente añorando ese Palermo que veía desdibujarse y que se recupera en Scalabrini Ortiz y Paraguay donde el café se sirve dibujado

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